Escrito por Christian Yantas (colaborador)
Desde muy pequeño conocí como el cielo oscuro se transformaba en luz viva, esa acción mágica que diariamente solo nuestra naturaleza nos puede dar, había días grises, tristes y melancólicos, como días muy claros, alegres con mucha energía. Mi papa José me decía “no importa de qué color sea el día, lo importante es que es un día nuevo, y tiene que ser mejor que el anterior”, y lo decía con mucha razón, porque en aquellos tiempos él era pescador y cada día antes de salir a trabajar le rogaba a San Pedro, para que tenga una buena pesca y así poder brindarnos un alimento mejor que el día anterior.
Como era vacaciones en el colegio, religiosamente todo el verano acompañaba a mi padre al muelle a verlo pescar junto con su amigo el Tollo, por eso todos los días dormía con la ropa que saldría al día siguiente.
Eran las 5 de la mañana, y realmente tomaba conciencia de lo que hacía cuando caminaba por la Av. Insurgente, dormía un momento cuando estaba en la Enatru, y me despertaba antes de llegar al frigorífico.
El bote de mi padre se llamaba esperanza, como mi madre, una mujer que a pesar de su metro y medio tenia la fuerza de un hombre, además de ello, poseía un lenguaje muy florido que brotaba cada vez que un extraño nos molestaba. Ella trabajaba en el mercado San Pedro de Bellavista, en un puestito muy pequeño, y vendía lo poco que le sobraba de pescado a mi padre.
En uno de esos veranos, cuando ya tenía la fuerza para cagar dos pescados grandes, ocurrió algo que nos marco para toda la vida. Mi padre queriendo desembarcar rápidamente los pescados, tomo dos baldes repletos, de pronto perdió el equilibrio y resbalo.
El resultado, un corte a la altura del codo; lo trasladaron a la posta más cercana y entre exámenes y exámenes, el médico le dijo que mi papa perdió la sensibilidad de su brazo izquierdo, que solo un milagro y un buen tratamiento podría curarlo.
Mi padre teniendo a mi madre presente, tenía la esperanza de salir de este gran hoyo en el que se había metido. Es por eso que él dijo que no era impedimento que un brazo no le funcione, con uno basta.
Es por ello que salió a buscar cualquier tipo de empleo, de lo que sea, para poder llevar algo de comida a mi hogar. Cada mañana, se levantaba muy temprano como dándole razón a la frase “el que madruga dios le ayuda”, y salía a buscar. Llegaba la tarde y su rostro lo decía todo, no encontró empleo, con una leve sonrisa y con un beso tierno le decía a mi madre que mañana sería mejor.
Los días pasaron y las respuestas eras las mismas, el empleo no llegaba y poco a poco la esperanza se diluía como agua en las manos, la sociedad le daba una certera cachetada al tocar puerta tras puerta, pero igual él seguía de pie sin mostrar debilidad ante nadie a pesar de tener una discapacidad momentánea.
Seria mentirte contarte que vino un hombre bueno y que por ser buena gente le dio un empleo a mi padre, pero no fue así, en realidad en ese tiempo sufrimos mucho. Mi madre fue la que se puso momentáneamente los pantalones y llevaba comida para todos.
Felizmente mi padre se recupero, fueron 6 largos meses donde soportamos más de la cuenta. Mi padre ese hombre alto, fuerte y decidido, fue marginado por no estar físicamente bien, ahora me pongo a pensar, que será de las personas que tiene una discapacidad, que será estar dentro de ellos y sentir que sufren la indiferencia, discriminación y marginación de nuestra sociedad.
Me pongo a imaginar solo unos segundos y la piel se me escarapela, ellos viven toda su vida así pero, como dar oportunidad a estas personas excluidas de nuestra sociedad. Yo soy de ciudad del Pescador, y muchas personas igual como mi padre, han tenido problemas como el de mi familia. Acaso nuestros lideres o autoridades no tienen programas que beneficien y ayuden a estas personas.
Felizmente mi papá actualmente ayuda a mi madre en ese puestito del mercado. Pero que pasara con las personas que tienen ese “problema” para toda la vida. Es hora de cambiar eso y no esperar que a un familiar o a ti mismo te pase para que recién pienses como ellos. Como dice mi padre “La discapacidad es una limitación, no una incapacidad” sin embargo creo que nuestra sociedad y nuestras autoridades no comprenden realmente ese término.
Hoy los días siguen siendo como antes, saldo de mi casa muy temprano para ir a estudiar, levanto la mirada y la alborada me saluda, y me dice que hoy será un buen día, yo le pido que hoy sea un mejor día para todos los discapacitados.
Como era vacaciones en el colegio, religiosamente todo el verano acompañaba a mi padre al muelle a verlo pescar junto con su amigo el Tollo, por eso todos los días dormía con la ropa que saldría al día siguiente.
Eran las 5 de la mañana, y realmente tomaba conciencia de lo que hacía cuando caminaba por la Av. Insurgente, dormía un momento cuando estaba en la Enatru, y me despertaba antes de llegar al frigorífico.
El bote de mi padre se llamaba esperanza, como mi madre, una mujer que a pesar de su metro y medio tenia la fuerza de un hombre, además de ello, poseía un lenguaje muy florido que brotaba cada vez que un extraño nos molestaba. Ella trabajaba en el mercado San Pedro de Bellavista, en un puestito muy pequeño, y vendía lo poco que le sobraba de pescado a mi padre.
En uno de esos veranos, cuando ya tenía la fuerza para cagar dos pescados grandes, ocurrió algo que nos marco para toda la vida. Mi padre queriendo desembarcar rápidamente los pescados, tomo dos baldes repletos, de pronto perdió el equilibrio y resbalo.
El resultado, un corte a la altura del codo; lo trasladaron a la posta más cercana y entre exámenes y exámenes, el médico le dijo que mi papa perdió la sensibilidad de su brazo izquierdo, que solo un milagro y un buen tratamiento podría curarlo.
Mi padre teniendo a mi madre presente, tenía la esperanza de salir de este gran hoyo en el que se había metido. Es por eso que él dijo que no era impedimento que un brazo no le funcione, con uno basta.
Es por ello que salió a buscar cualquier tipo de empleo, de lo que sea, para poder llevar algo de comida a mi hogar. Cada mañana, se levantaba muy temprano como dándole razón a la frase “el que madruga dios le ayuda”, y salía a buscar. Llegaba la tarde y su rostro lo decía todo, no encontró empleo, con una leve sonrisa y con un beso tierno le decía a mi madre que mañana sería mejor.
Los días pasaron y las respuestas eras las mismas, el empleo no llegaba y poco a poco la esperanza se diluía como agua en las manos, la sociedad le daba una certera cachetada al tocar puerta tras puerta, pero igual él seguía de pie sin mostrar debilidad ante nadie a pesar de tener una discapacidad momentánea.
Seria mentirte contarte que vino un hombre bueno y que por ser buena gente le dio un empleo a mi padre, pero no fue así, en realidad en ese tiempo sufrimos mucho. Mi madre fue la que se puso momentáneamente los pantalones y llevaba comida para todos.
Felizmente mi padre se recupero, fueron 6 largos meses donde soportamos más de la cuenta. Mi padre ese hombre alto, fuerte y decidido, fue marginado por no estar físicamente bien, ahora me pongo a pensar, que será de las personas que tiene una discapacidad, que será estar dentro de ellos y sentir que sufren la indiferencia, discriminación y marginación de nuestra sociedad.
Me pongo a imaginar solo unos segundos y la piel se me escarapela, ellos viven toda su vida así pero, como dar oportunidad a estas personas excluidas de nuestra sociedad. Yo soy de ciudad del Pescador, y muchas personas igual como mi padre, han tenido problemas como el de mi familia. Acaso nuestros lideres o autoridades no tienen programas que beneficien y ayuden a estas personas.
Felizmente mi papá actualmente ayuda a mi madre en ese puestito del mercado. Pero que pasara con las personas que tienen ese “problema” para toda la vida. Es hora de cambiar eso y no esperar que a un familiar o a ti mismo te pase para que recién pienses como ellos. Como dice mi padre “La discapacidad es una limitación, no una incapacidad” sin embargo creo que nuestra sociedad y nuestras autoridades no comprenden realmente ese término.
Hoy los días siguen siendo como antes, saldo de mi casa muy temprano para ir a estudiar, levanto la mirada y la alborada me saluda, y me dice que hoy será un buen día, yo le pido que hoy sea un mejor día para todos los discapacitados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario