Le tengo miedo a la muerte, este hecho trascendental para mí y poco novedoso para el resto de los mortales me fue revelado una mañana mientras me miraba al espejo. Aquel día me di cuenta del cambio, yo ya no era yo, sino él, a quién tanto había despreciado en mi adolescencia. Era el adulto, el otro eslabón en la cadena de la vida, la cúspide de la cuesta que tanto jode alcanzar y sobre todo el inicio de la tan temida bajada o como mi desquiciado sentido común quiere verlo: el barranco directo a la nada.
¿Si creo en Dios, el cielo, el infierno o que sé yo otro invento que el hombre ha creado para alivianar su camino, la respuesta es simple: no sé. Lo único que si sé es que le tengo miedo a la muerte tanto como ha envejecer y que darme solo…
Alguno al leer esto – si alguien lo hace- dirá tranquilo hombre aliviánate, aun falta mucho, si apenas tienes casi treinta –creo que no les mencioné mi edad, disculpen—y bueno quizás se cierto o no, nadie lo puede saber. Vivir es como jugar a la ruleta rusa, nunca sabes si cuado jalas el gatillo habrá otra oportunidad. Sin embargo, no hay de otra debemos seguir jugando hasta que llegue ese “maldito” momento – disculpen el énfasis-
Ya les dije mi peor temor, mi edad y una que otra cosa más sobre mí. Lo que si estaba olvidando mencionar es una verdad innegable, la muerte me espanta, pero no tanto como la incertidumbre de la vida misma.
Dibujo extraído de: Paulo Arieu Theologies Web
¿Si creo en Dios, el cielo, el infierno o que sé yo otro invento que el hombre ha creado para alivianar su camino, la respuesta es simple: no sé. Lo único que si sé es que le tengo miedo a la muerte tanto como ha envejecer y que darme solo…
Alguno al leer esto – si alguien lo hace- dirá tranquilo hombre aliviánate, aun falta mucho, si apenas tienes casi treinta –creo que no les mencioné mi edad, disculpen—y bueno quizás se cierto o no, nadie lo puede saber. Vivir es como jugar a la ruleta rusa, nunca sabes si cuado jalas el gatillo habrá otra oportunidad. Sin embargo, no hay de otra debemos seguir jugando hasta que llegue ese “maldito” momento – disculpen el énfasis-
Ya les dije mi peor temor, mi edad y una que otra cosa más sobre mí. Lo que si estaba olvidando mencionar es una verdad innegable, la muerte me espanta, pero no tanto como la incertidumbre de la vida misma.
Dibujo extraído de: Paulo Arieu Theologies Web
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