El saludar dice mucho de las personas

Una compañera de trabajo nos decía ‘amorosamente’ durante una charla de capacitación que saludar a las personas, así no las conozcas, es importante. “El saludo dice que clase de persona eres y de que tipo de hogar provienes” sentenciaba nuestra ocasional pastora evangélica. La reflexión, con visos de orden inmediata, era un llamado de atención subrepticio, camuflado detrás de una recomendación espontánea. La razón: alguno de los presentes la habíamos “ignorado” sin siquiera decirle un escueto ¡mmmm buenas!

Soy sincero, la forma como recibí el mensaje no fue una invitación a cambiar de actitud, más bien fue una invitación a seguir cometiendo el supuesto ‘delito’ en contra de las buenas costumbres. Para mí, la queja de la señora era exagerada; sin embargo, como siempre la vida, llena de lecciones, se las ingenió para darme la contra.

No creía en el poder del saludo ni en lo que representaba para los demás si lo hacía o no, hasta que sentí como mi cuerpo se escarapelaba y la bilis me subía hasta el cerebro para luego estallar en una profunda desilusión. ¿Dramático? No lo creo. Un hombre o una mujer bien vestidos, funcionarios o altos ejecutivos de un Organismo Cooperante (meto en mismo saco a las ONG), sube al ascensor junto conmigo. Yo me intereso quizás por su acento o por su facha –como somos a veces- y tratando de ser amigable, suelto un suave, pero firme “Buenos días o buenas tardes”. Lamentablemente su silencio me avergüenza (‘me paltea’), me siento menos, me hacen sentir así. De pronto baja y yo me quedo solo, rengando.

Me jode – disculpen la expresión- reconocer que la señora tenía razón, nosotros éramos un grupo de jóvenes, recién ingresados a un institución pública y lo único que teníamos en mente era que llegue el fin de mes y cobrar, en alguno casos, nuestro primer sueldo. Pero ella, ahora creo en esta frase: “más sabe el diablo por viejo que por diablo”, nos demostró que nosotros podíamos cambiar nuestro entorno y mejorar las relaciones humanas de la institución con tan solo un saludo bien dado.

Ahora acostumbro saludar a todo el mundo, desde el personal de seguridad y de limpieza, hasta los funcionarios de alto rango, para mí todos son casi iguales, ¿por qué casi? Bueno hago esta aclaración porque no los distingo por la cantidad de billete que tengan en el bolsillo, sino, por el grado de educación que expresan en sus actos.